Book

Archivos distribuidos, contenido del pasado, contenido para el futuro

Creative commons CC BY (Reconocimiento) Libro, publicado en papel o digital. En Listas compartidas
2010 Alessandro Ludovico / Artnodes

Por paradójico que resulte, la web está encantada con su propia época como si de un ser humano se tratara, y le preocupa mucho menos lo que sucedió antes de su nacimiento. Los sucesos históricos, noticias, documentos y artefactos culturales en conjunto de 1994 a la actualidad resultan mucho más fáciles de encontrar que los que anteceden a mediados de los noventa; cuanto más antiguos peor, y cuanto más recientes mejor. Parece que la web refleja cada vez más la estructura de la corriente de un río, que siempre se dirige hacia su desembocadura, en vez de recordar cuándo y donde empezó a fluir su propia agua, o antes incluso. Así que, aunque la etapa de finales de los noventa y principios de este siglo queda bastante bien cubierta, existe un vacío histórico tangible en el maremágnum de información archivada en línea. Y esta circunstancia resulta evidente cuando hay que hacer investigación rigurosa más allá de los clásicos de la cultura y se detecta una carencia sustancial de información disponible gratuitamente. Probablemente porque los gigantes en línea son conscientes de esta brecha cultural, piensan que la consagración definitiva de la reputación de la web como medio de confianza universal pasa por la migración en línea de los medios tradicionales, para que la gente pueda acceder a aquello en lo que más confiaban en el pasado: a lo impreso. Ahora la digitalización parece añadir un valor distintivo a medios impresos de (confianza): el de hacerlos accesibles universalmente. Pero digitalizar fuentes impresas constituye una tarea ingente, un esfuerzo masivo de intentar archivar contenido impreso y hacerlo legible en línea. En el debate inacabable sobre el futuro de lo impreso, parece que la fase final es el paso del formato impreso al digital: cuando incluso los títulos impresos más desconocidos estén disponibles en formato digital, ¿quedará alguien que aún necesite lo impreso? Y digitalizar también implica hacer una copia del material impreso original y probablemente almacenarla en línea. Pero en realidad deberíamos preguntarnos: ¿puede este proceso definirse correctamente como «archivo»?