Los intelectuales y el 15-M: una modesta propuesta para autoabolirnos
Sin embargo, ha llegado el momento de invertir la mirada, ha llegado la hora de suspender el goce infinito que proporciona el voyeurismo intelectual, dejemos por un minuto de mirar obsesivamente a la plaza, invirtamos el campo visual, mirémonos ahora a nosotros mismos mirando, o incluso mejor, dejemos de una vez por todas que el movimiento 15-M nos mire a nosotros, seamos objetos y no sólo sujetos del análisis. Para hacer esto podríamos empezar por leernos un libro ya clásico de Frances Fox Piven y Richard Cloward –Poor People’s Movements— sobre los éxitos y fracasos de los movimientos sociales en Estados Unidos. En este libro se puede leer cómo históricamente los movimientos sociales de base –el movimiento sindical en los años treinta o el movimiento de derechos civiles en los años sesenta- obtienen sus mayores conquistas en el momento de la insurrección y se apagan y pierden su fuerza cuando las dirigencias tratan de orientar y estructurar la protesta. Muchas veces con la mejor de las intenciones las y los dirigentes de estos movimientos, sacaron a la gente de la calle para encerrarlos en despachos, desconvocaron protestas para redactar estatutos y formar organizaciones que acabaron siendo cooptadas por unas elites que están siempre más tranquilas cuando saben con quién tienen que lidiar y cuánto vale un o una dirigente.