...Y ME ESCONDO ENTRE COLORES...
Adela abre las puertas de su corazón, de su imaginación, de su mente… al mundo y a lo que hay en él, sobre todo a la gente. Y encuentra otras costumbres, otras lenguas, vidas y formas de sentir tan distintas y, sin embargo, tan parecidas... Lo que pasa es que ella conecta con el pueblo, con la gente de abajo, y los pobres comparten en todas partes al menos la perspectiva, la mirada horizontal de la solidaridad y otra con la que se observa, desde abajo hacia arriba, a los opresores. Y es que en eso también coinciden todos los pobres del mundo, todos tienen encima sus parásitos, sus dominadores.
Aunque dicen que una imagen vale más que mil palabras, aquí no se trata de competir, sino de que lo escrito resuene con lo pintado, dibujado, fotografiado… y viceversa, y todo ello, a su vez, con lo pensado, lo sentido, lo sufrido, lo luchado, lo gozado, lo vivido. Frente a la injusticia que no se puede derribar sólo queda apoyarse en lo que uno es, dignidad, cultura, comunidad. Quien no tiene poder tiene al menos la fuerza que todo eso supone, para resistir, para continuar siendo a pesar de todo.