Lo primero: el 15 de mayo de este año cae en martes, así que lo que tenga que pasar pasará desde el día 12 de mayo, que es sábado. O incluso desde antes.
Los más fieles al espíritu de la Puerta del Sol, icono para decenas de plazas en toda España, aguantan el chaparrón desde aquel último momento de euforia colectiva del 15 de octubre de 2011 en el que miles de ciudades de todo el mundo acogieron una gran manifestación global contra la crisis y la estafa. Desde entonces, los que empujaron a sus amigos a la calle, los que hacían de nodos humanos de acción y esperanza han aguantado un invierno de preguntas con cara de decepción: “¿dónde está el 15M? ¿Ha muerto?”. Responden que no. Que el 15M – sea un diagnóstico, o una metodología, o un estado de ánimo, o una energía, o un resorte – sigue vivo.
Al 15M le molesta que le piensen desde fuera. Que le pongan etiquetas, que le digan lo que debería hacer, que le aleccionen, que le presupongan retos o ritmos; puede que al 15M le moleste hasta que alguien le diga lo que le molesta, como si fueran “algo”, como si al hablar de ellos se hablara de “alguien”. Pero, más allá de esa indefinición – que muchas veces es sincera y otras es parte de una estrategia defensiva – hay una sensación extendida que es inevitable: en mayo de este 2012 algo tendrá que pasar. Y si no pasa o lo que pasa no cumple las expectativas de cada uno, será un fracaso, cundirá definitivamente la desolación.