Por las grietas se avista el mundo nuevo

Todo el año desde el 15 de mayo de 2011 ha sido para mí un continuo amar y desamar, un encuentro con un espacio de apertura de la posibilidad al mismo tiempo que un ahogarme en la impaciencia y el odio. La asfixia determinando comportamientos sucios, enfermedad, ausencia de entrega. La observación del mundo, de las gentes que no se inmutan, de la fiesta democrática más triste que puedo recordar. Y, sin embargo, el aire entrando por lugares que ni siquiera se atisban con la imaginación. Un aire que permite pensar. La ficción, entonces, la certeza imposible de que no pueden darnos más duro. De que si levantamos la cabeza el golpe quedará suspendido en el aire.

En algún punto, en alguna de esas pistas que he perseguido para obtener oxígeno en mi pensamiento, habré leído la palabra “grietas” para llamarlas. Supongo. De algún modo me quedé pegada a la metáfora porque no encuentro otra palabra mejor. Me refiero a todas esas cosas que algunas hacen suceder y que transforman el marco. Así se desmonta una realidad, así, y en el trasfondo, por qué no, Matrix, que es muy socorrida pero ayuda a ver caer, a poco que nos centremos en estos hackeos, trozos enteros de mundo codificado, ese mundo compacto y sólido que “no se toca, niñas”.

Y encuentro que la palabra es útil para otros y otras, como pasa con el acto que se celebra el jueves 10 en Traficantes de sueños: Poesía para abrir grietas.