Be creative under-class! Mitos, paradojas y estrategias de la economía del talento
La economía de la creatividad es uno de los hypes del momento. A primera vista, aparece como un proceso histórico natural, la consecuencia inevitable de la evolución de la técnica y la industrialización. A medida que éstas avanzan, a este lado del mundo no nos quedaría más remedio que especializarnos en aquello que las máquinas (aún) no pueden hacer: pensar, conceptualizar, imaginar y en definitiva, gestionar la producción y el intercambio de intangibles. Es el discurso ya conocido sobre el agotamiento del modelo industrial y la mutación del capitalismo. Pero estos cambios profundos en la forma de producir riqueza, aunque son reales, se han acompañado también de un proceso paralelo, de orden discursivo. Para hacerse efectiva, la nueva economía de lo inmaterial ha necesitado explicarse a sí misma. Buscarse un nombre -y aún está en ello: economía del talento, capitalismo cultural, semiótico o informacional, la terminología es amplia y sugerente- y rodearse de un entramado de narraciones. Relatos más o menos mitificadores que hablan de causas, ciclos, oportunidades y protagonistas, que cohesionan en un proyecto aparentemente compartido y proporcionan una hoja de ruta para hacer frente a la incertidumbre. La creatividad, en todas sus declinaciones, funciona como uno de estos mitos.
"El trabajador creativo se encuentra hoy en una situación paradójica que a menudo roza la esquizofrenia. Su posición es estratégica pero a la vez invisible y subsidiaria. Posee las aptitudes más apreciadas en el mercado laboral pero sus condiciones de trabajo son miserables. Y si bien es cierto que se reconoce en los discursos exaltados sobre el conocimiento como motor de la economía, a menudo no aprecia ni los métodos ni los resultados."