"En el transcurso de los años treinta, estuvimos escuchando juntos (Michel Leiris y yo) en la sala Pleyel un concierto en el que se interpretaba el Arte de la Fuga.Me acuerdo que lo seguimos muy apasionadamente y que,al salir,nos dijimos que sería muy interesante hacer algo así en el plano literario (considerando la obra de Bach, no desde el ángulo del contrapunto y fuga, sino como construcción de una obra por medio de variaciones que proliferaran hasta el infinito en torno a un tema bastante nimio".
"¡Queneau! ¡Queneau! ¡Queneau nos representan!"