Seguir la corriente, sumar ruido al ruido, incluirse en la tramoya, en la farsa, en el escaparate de los discursos huecos, vanos, innecesarios, narcisistas, es cómodo, es fácil (basta afinar con la clave vacía, con las formas autorizadas y recomendadas de banalidad, y su temperatura exacta), es cobarde, es injusto, y es una pena.