Reensamblar componentes, hibridar lo humano y la máquina: cine expandido interdisciplinario y las posibilidades de un discurso de las interfaces
Desde que comenzó el siglo xxi, el cine expandido, un concepto pensado para abarcar diversas prácticas cinematográficas desde mediados de la década de 1960 hasta mediados de la siguiente -proyecciones multipantalla, perfomances registradas en cine y vídeo, eventos con proyecciones en directo, instalaciones, entornos donde se combinan distintos medios o cine electrónico o informático-, ha recibido una atención creciente tanto por parte de las instituciones que elaboran discursos y exposiciones dedicadas al arte de los nuevos medios como por parte de museos que apoyan y desarrollan la escena del arte contemporáneo mayoritario. Aunque ya es habitual que den un nuevo enfoque de estas prácticas, consideradas durante mucho tiempo heterogéneas y por lo tanto marginales en las historias del cine y del arte contemporáneo, los mundos del arte de los nuevos medios y del arte contemporáneo mayoritario parecen dar vueltas muy cerca el uno del otro sin llegar a encontrarse, acrecentándose así la escisión entre dos tendencias del cine expandido: el cine de vanguardia y las experimentaciones cinematográficas impulsadas por la tecnología digital. Para superar esta escisión, este artículo ofrece nuevas reflexiones sobre las similitudes que comparten esas dos tendencias como planteamiento para un discurso híbrido que revela la ontología impura y dinámica del cine y los enfoques multidisciplinarios artísticos que han cuestionado la idea de especificidad del medio. El discurso que propongo para justificar la conmensurabilidad entre -y la intersección de- las dos tendencias al tiempo que mantienen sus diferencias es el de la «interfaz», basada en dos significados superpuestos. Uno entiende la interfaz como la deconstrucción y el reensamblaje de componentes materiales, técnicos y estéticos de medios o tecnologías de medios que antes se percibían por separado. El otro entiende la interfaz como la hibridación de lo humano y la máquina para investigar e incorporar la idea de «espectador activo», que cuestionaba la subjetividad de su experiencia, marcada por el aparato como complejo tecno-institucional-discursivo que determina los límites artísticos, incluidos los del cine. Para legitimar el «discurso de las interfaces» aplicado a ambas tendencias del cine expandido, compararé brevemente a dos cineastas británicos de vanguardia (Steve Farrer y Lis Rhodes) con un par de artistas de los medios digitales (Simon Penny y Ryoji Ikeda) respecto a cómo exploraron recursos concretos, como el espacio de proyección panorámica y la proyección audiovisual sintética, que conjugan la interacción fenomenológica entre imagen y espectador.